El Vulca “El Iquiqueño”

Hugo Ramírez Aguirre, dueño de la Vulca más popular de la Serena. Iquiqueño neto como el Chumbeque, el sánguche de albacora, el mango con leche, la sopaipilla en el agro, el a tota, el pupo,  calato y el avísale. Se radicó hace bastante tiempo en la tierra de Gabriela Mistral. Para mí, fue un regalo encontrarlo en medio de papayas, el ostión y los cielos más claros del planeta.  Pareciera que la añoranza la llevamos incrustada en el pecho y en ocasiones emprende el vuelo para decir con orgullo, oye, “eres iquiqueño”.

Desde la infancia, Hugo con sus 8 hermanos vivían cerca de los tambores de agua, debajo de la línea del tren, donde pasaba el Longino. Con los cabros de la “Rubén Godoy”, subían caminando por las faldas del dragón dormido a ese lugar que quedaba re lejos. Sacaban cañas para confeccionar volantines de papel y dejarlos ascender por el alto cielo. Cuando se avecinaba el avión del aeropuerto Cavancha, ¡uf!, se asustaban y se agachaban esquivando la mirada de ese pájaro con alas. Vivía en el pasaje Aysén, y la convivencia en el barrio, la recuerda como una de las etapas más bonitas de su vida. Jugaban a la pelota en las polvorientas calles de tierra, y con el chuño pegado en el cuello y tobillos perseguían felices a los viejos pascueros. Repetían hasta el hartazgo ” Tira pastilla viejo cagao”, obteniendo el botín que todo niño quiere conseguir, un puñado de pastillas para endulzar la vida en la tierra de campeones. A Cavancha, bajaban con la cámara de neumático, a pata pelá por Tadeo Hancke, cruzando avenida aeropuerto, y avenida Balmaceda. Mirar en el trayecto el estadio municipal, significaba jugarse la vida y apoyando incondicionalmente al gran amor de nuestras vidas. Así mismo se jugaban la vida capeando los tumbos de la hostería y gritando a los cuatro vientos, la de atrás, la de atrás. Con la bajada de la bandera, regresaban a pata pelá y evitando no quemarse los pies. De salto en salto como el chuncho de la Tirana, concluían la travesía en la puerta de la casa y mamá con la mesa servida para tomar el lonche. Los juegos estaban a su merced, salir a la calle era la locura y la aventura, el peor castigo que podía recibir un niño, era quedarse en casa sin asistir a un cumpleaños o jugar a la lota en la Ramada de avenida Balmaceda.

Este iquiqueño de corazón, ingresó al fútbol, participando activamente en el club ” Pedrito Lobo”. Posteriormente siendo formador y entrenador de la serie pre mini del “club Alianza de Lima”. En este glorioso equipo conoció al Chanchito Ramos, Jonathan Rebolledo y Rambito. Lo que nunca abandonó fue acompañar como hincha al dragón. Recuerda memorables partidos como entre Iquique y Arica, donde muchas veces  perseguían al rival por los desmanes en la galucha. No se perdía ningún partido Hugo, ni cuando el club se fue a tercera división. Luego celebró a rabiar el regreso a segunda, ganando 5 a 0 al equipo de Hosanna en Santiago. Cómo buen anfitrión, ha recibido a hinchas y un bus con el equipo completo de “Deportes Iquique’, después de ganar  la copa Chile a “Deportes Concepción” en Coquimbo. Y se ríe Hugo, porque al igual que “Campanita” en la copa Polla Gol, los jugadores e hinchas se lo querían llevar de regreso a su casa, con monos y petacas a nuestro amado puerto.

La fiesta nortina no tiene descanso, aquí en Iquique se celebra todo el año señores, con el triunfo del dragón, el 21 de mayo, el 16 de julio, el día del Lolo, el 18 de septiembre, la primera comunión y la Navidad. Y es en este punto, donde quiero terminar con el corazón en la mano, porque este iquiqueño de la “Rubén Godoy” , enciende su corazón de niño, con una plaza navideña, cada año con luces, guirnaldas y renos en la población “Chacra Figari’, ubicada en La Serena.

“Esto lo hacemos todos los días, bien temprano en la mañana, tipo 07:00 armamos todo, con las luces, los adornos, los pascueros y después en la noche, cerca de las 01:00 de la mañana guardamos para volver a instalar al día siguiente”, señala el iquiqueño que viste la camiseta celeste día y noche, echando raíces nortinas en tierras papayeras. En un principio, nos relata que la gente no se entusiasmaba con la idea y tal hecho dejó en pausa un carro alegórico con bolsas de dulces, viejito Pascuero y la música saltimbanqui de la tierra iquiqueña.

Hugo Ramírez, se emociona hasta las lágrimas cuando ve junto a su señora y familia, está tremenda obra de amor para los niños y vecinos. Dice que es una forma de agradecer la bendición de ser iquiqueño  y vivir una infancia tan feliz jugando a la pelota y asistiendo cada domingo ver jugar al gran amor de nuestras vidas “club Deportes Iquique”.

“Me voy a morir siendo celeste”, Hugo Ramírez.

Escrito por Sonia Pereira Torrico, nuestra “Pluma Iquiqueña”

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