El deporte en general es el mejor paleativo para menguar el flagelo de la droga, el alcohol u otro camino que coloque cortapisas a este sano ejercicio de la humanidad.
Si hablamos de natación, deporte sub acuático y waterpolo, nos referimos al iquiqueño Juan Belmar, el quinto de siete hermanos, hijo del trabajador portuario Manual Belmar y la conocida modista de tienda “El Faro”, Doris Zuñiga. El apellido Belmar lo encontramos donde caben todos los horizontes. Si bien, Juan fue el primer campeón de la travesía náutica del “Carnaval del Morro” en 1980, su legado deportivo, social y formador trasciende los hitos, marcando un antes y un después en la historia del deporte iquiqueño.
Su padre fue un destacado basquetbolista, al igual que su madre; seleccionada de básquetbol de Iquique. A su hermano Manuel se le recuerda por la gestión y organización del Carnaval del barrio fundador de la ciudad puerto. La hermana de Juan también se destacó como campeona chilena de básquetbol y sigue vigente. Los padres de Juan pertenecían al barrio de los potos verdes; “El Colorado”.
Juan Belmar Zuñiga es un morrino iquiqueño, que junto a sus hermanos nacieron en este histórico barrio. Vivian en calle Souper N° 1140, detrás de los campeones del mundo el ” Club Unión Morro”. En el Morro, como todos sabemos, se aprende a nadar y después a caminar y Juan desde muy pequeño miraba a los más grandes nadar por ese mar que tranquilo nos baña, especialmente por playa Bellavista, pasando por el islote, la piedra cuadrada y la puntiaguda.
El papá de Juan trabajaba en el Puerto y con nostalgia recuerda navidades jugando en el carrusel eléctrico. Desde los 6 años, Juan tomaba cursos que se iniciaban a las 8:00 de la mañana con el señor Juan Betrón. Aparte de practicar la natación con los demás niños, hacían excavaciones en la arena, cuyo punto más álgido se celebraba con una institución del glorioso; “el Perol”. En una roca se picaba cebollita, se colocaba limón y se revolvía con los mariscos fresquitos para engullir y llenarse de vitaminas para seguir nadando, sumado a la calentita hallulla de la “panadería Castillo”. Juan nunca usó chalas, polera, bloqueador, corría como los cangrejos por las rocas, regresando a casa con la bajada de la bandera. Estudió en la escuela N° 3, en la escuela N° 1 y en el liceo A-7. Nunca faltó la comida en la casa, los porotos con chicharrones eran un clásico de los días lunes. El soporte en la casa de Juan por ese entonces era la madre, el padre era un pan de dios, como le define amorosamente. De él heredó la chispa, la simpatía y el humor a flor piel.
Bueno esa peculiar forma de ser le sirvió para participar activamente por más de 40 años en el grupo “Kimsaqalqu Manqha” y convertirse en gestor de tambos y fiestas coloridas, para la bohemia iquiqueña. Dentro de su gestión, trajo ni más ni menos que a la tremenda folclorista Charo Cofré.
Entrenar en el tiempo de los Belmar no era fácil. “Casa Solana”, fue por mucho tiempo auspiciador de pasajes y traslados del lobo solitario a campeonatos nacionales. Los seres que inspiraron su carrera son Pancho Betrón, Amancio Monardes y su querida madre Doris. Este lobo solitario practicaba simultáneamente 4 estilos sin salpicar agua, ¡que lujo, que honor!. Fundó su propia escuela y fue formador de tremendos deportistas como el seleccionado Pedro Díaz. Paralelamente trabajó en Collahuasi, Eliqsa y otras empresas, donde valoraron su gran capacidad de liderazgo.
Este chiquillo nacido en calle Souper, jugó por Academia, la Universidad del Norte, el club Delfines y el Morro. Entrenaba en la USACH, lo cual le permitió estrechar lazos y espacios para seguir creciendo como un deportista de elite. Entre sus tantos logros deportivos destacan los 18 km de Valparaíso, los 1.500 metros en piscina escolar de Santiago, Rapel, Concepción, Caldera y la travesía náutica en 1980. Perteneció al Waterpolo en todas las selecciones.
Juan Belmar es conocido como el Yayo o el Pera, amigo del campeón de caza submarina Raúl Choque, cuya historia comienza cuando tenía 14 años.
Actualmente, Juan Belmar vive en la tierra de Gabriela Mistral, pueblo El Romero con su compañera de hace 30 años Mercedes Henríquez. La mesa larga en esta nueva casa se parece mucho a la de su madre, también a los roqueríos del morro preparando el mejor perol del mundo. Cada rincón huele a un estofado de albacora, un tecito con cedrón y hierba luisa, las aceitunas de Azapa, niños jugando, perros moviendo la cola y la conversa amena que sólo surca por una mesa iquiqueña.
Gracias Juan por el tremendo aporte a la ciudad puerto, dedicación al deporte y enseñanzas a las nuevas generaciones. Gracias por alegrar las noches iquiqueñas y animar los corazones con picardía en esta ruta llamada vida.
#plumaiquiqueña