Ad portas de un nuevo partido en el estadio Tierra de Campeones, siento una ventolera de emociones. El debut de la Selección Chilena con un gol de Pino, remeció a Chile, a la tierra de campeones, se hizo justicia y se cumplió el sueño de un niño.
La hinchada celeste lo quiere, lo siente como suyo, como parte de los nuestros, de los históricos y del puerto. Cariño expresado en el mismo partido frente a Cobreloa, cuya ovación se extendió desde el Puerto hasta Cavancha, en lancha. Un estadio con ocho mil personas, y la sensación de más almas en el reducto deportivo. Un partido más por la Copa Chile, la antesala de la Copa Libertadores, dónde quieren ver a jugar a papá.
Los atardeceres son parte de los colores del glorioso y este encuentro no estuvo exento de ese milagro. Todos los ojos puestos en la cancha y el corazón anclado en ese espacio sólo para soñadores y nostálgicos. Los arreboles indicaban la bajada de la bandera, una banca afuera de la casa con nuestros viejos esperando el ocaso del sol, la hora del lonche en Cavancha o en la poza de la Reyna.
El color celeste del gran amor de nuestras vidas, emerge como una oleada al interior del estadio. Significa los azules del cielo y en la distancia parece que se unen con el mar que tranquilo nos baña y el gigante tata inti que se retira para dar la bienvenida a la luna pampina y marina.
¡Todo es hermoso!, lo que sucede aquí con ocho mil almas cantando. “La Fiel del Norte” no para de cantar, la “Banda del Dragón” es cuento aparte, ellos estremecen los pies, la sangre, las venas y la cuerpá con los bronces. ¡¡Es una locura lo que se vive en el estadio!!, un clásico deportivo y el sentimiento de un niño en la fiesta de la Tirana. ¡¡Y cómo no!!, si el “rocío de la pampa” cubre la fe mariana, las caras sonrientes nacientes del barrio el Matadero, el Morro, Cavancha, San Carlos y el Colorado. ¡¡No quiero perderme de nada!!, mis hijas celebran la apertura del marcador con nuestro goleador histórico. ¡¡Mamá el chanchito lo hizo de nuevo!!, repite la mayor.
El rival poco a poco se fue doblegando frente al dragón. Ya no es la potencia del norte de los ochenta, en un estadio de Cavancha con la señora Zunilda, el Peyuco y Campanita.
Sin embargo, esta nueva generación juega y encanta por el espíritu ganador y el amor a la tierra que los cobija sin diferencia. Un palo de Hoyos, casi estalla hacia los cielos opalinos, pero el gigante de Tarapacá reaparece en el segundo tiempo para dar un pase decidor y el gran César González anota el marcador y la victoria, no podía ser de otra forma.
“La Fiel del Norte” comienza a cantar el himno de Iquique y es obviamente el sentimiento más grande que invade ese momento. De principio a fin, los hinchas celebrábamos un triunfo, cantando a rabiar, Iquique, Iquique, Iquique, abrazados de felicidad y agradecidos por haber nacido en esta hermosa tierra donde caben todos los horizontes.
¿Dónde está la belleza de mi amada ciudad?, lógico en la nobleza de su gente y en el gran amor a nuestras vidas.
“Hoy, el pan batío del despacho de la esquina, está más crujiente que nunca, con aceitunas, acompañado de un tecito remojado con cedrón y hierba luisa”.
#plumaiquiqueña