Advertisement

Jorge Moya mantiene viva la tradición de San Antonio en Matilla

Cada mes de junio Matilla se transforma. El pequeño poblado al interior de Tarapacá vibra con la celebración de San Antonio, una festividad que trasciende lo religioso para convertirse en un acto de resistencia cultural, memoria viva y reencuentro familiar.

Detrás de su organización está Jorge Alberto Moya Riveros, abogado, funcionario del Juzgado de Policía Local de Pica y por, sobre todo, un matillano orgulloso de su herencia. “Mi familia materna es matillana. Soy descendiente directo de don Damián de Morales Usabal y doña Francisca Reinoso, quienes en 1589 levantaron el primer oratorio en honor a San Antonio en este sector”, relató Jorge.

Esa misma imagen traída por sus ancestros es la que aún preside las festividades en la iglesia local, y es considerada la imagen patronal más antigua de Tarapacá.

Los orígenes de esta festividad datan al menos del año 1646, según documentos históricos. Desde entonces, generaciones han mantenido viva la devoción a San Antonio y las tradiciones que la rodean. “Gracias a la fiesta, Matilla vive como pueblo y se proyecta: adultos mayores, jóvenes y niños compartimos un espacio común. Eso es muy bonito”, agregó Moya.

UNA CELEBRACIÓN QUE UNE

Durante junio, Matilla recibe a cientos de visitantes. Algunos vienen desde Pica, Pozo Almonte, Iquique o Alto Hospicio; otros, desde aún más lejos: Perú, España o Santiago. La comunidad se prepara desde el primer día con el tradicional toque de campana y el parabién, un encuentro comunitario en la plaza donde se comparten empanadas y cerveza artesanal, en un gesto de hospitalidad con raíces legales y costumbristas.

El punto culmine es el 13 de junio, cuando celebran la solemne misa mayor, seguida por la tradicional procesión que recorre las “cuatro esquinas” del pueblo. San Antonio, acompañado por la imagen de Santa Rosa, avanza al ritmo de la banda y entre cuetes, campanas y flores. “El cuete es una tradición que se usaba para espantar demonios, y se mantiene hasta hoy como parte del sincretismo entre lo hispano y lo agrícola quechua”, explicó Jorge.

No faltan tampoco las actividades culturales: una semana entera de presentaciones de grupos folclóricos, degustación de platos tradicionales como el picante, y la procesión de entrada de ceras, que rememora las antiguas ofrendas para las misas de vísperas.

“Este es el centro que nos mantiene vivos como comunidad. Une a la familia matillana. Aunque ya no vivan aquí, todos regresan”, comentó Jorge con emoción.

La festividad de San Antonio no sólo es expresión de fe y cultura, también es un símbolo de organización comunitaria. En ese contexto, Jorge Moya ha sido un pilar fundamental como gestor, rescatando la memoria, coordinando actividades y transmitiendo el valor de esta celebración a nuevas generaciones.

Seguir leyendo en www.cobrenorte.cl

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *